EL DÍA QUE RENACÍ

Una reflexión en torno la marcha LGBT

Por Billy Muñeka

La primera vez que salí a la calle en tacones y peluca, lo hice a escondidas de mi mama, pero una foto en la revista Shock me dejo en evidencia. Un fotógrafo que caminaba entre la multitud se fijó en mí, me pidió que posara un momento, luego hizo un gesto de aprobación para sí mismo, me dio las gracias, y continuo su cacería de imágenes en medio de aquel carnaval dominguero de finales de junio. Cuando salió publicada la foto un mes después, sentí que había vencido un miedo profundo. Lo mejor de todo, fue que mi mama nunca lo supo.

Revista Shock - Street Fashion
Publicación de la revista Shock sobre la Marcha LGBT de junio de 2008.

“Amigo… mirón… únase al montón… su hija es lesbiana y su hijo maricon”, así cantan sus consignas decenas de activistas LGBT marchando rumbo a la plaza de Bolívar, al tiempo que una multitud de curiosos sobre los andenes permanecen atentos al carnaval que se ha tomado la carrera séptima. El bombo de la batucada marca el ritmo de las comparsas haciendo que hombros y caderas se muevan con el sonido del redoblante, mientras de fondo suenan cornetas y vuvuzelas. Carrozas ricamente adornadas llevan consigo a transformistas y mujeres trans que bailan música electrónica al lado de strippers en pantaloncillos que exhiben su físico de gimnasio. Mujeres con las tetas al aire y mensajes pintados en su piel marchando junto a parejas de hombres besándose, y en medio de esa particular multitud, pasan decenas de pancartas y carteles delante de los cuales se presentan espontáneos performances cada vez que la caravana se detiene. No hay otro momento del año en el que puedas ver a tantos hombres y mujeres maquillados caminando en tacones a plena luz del día.

Mañana lunes es festivo y nadie quiere que este carnaval se acabe. Muchas terminaremos con los pies destrozados del cansancio, y siete horas de caminata en tacones merecen una recompensa. Una fiesta callejera que terminara momentáneamente unas horas después, para que entrada la noche, vuelva a resurgir en las pistas de baile de los bares LGBT regados por toda la ciudad.

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La última vez que me transforme para la Marcha LGBT, era el 2014, ese dia fui acompañada de una amiga bailarina de danzas orientales.

Esa es la marcha del orgullo para miles de personas. Un rato para el desenfreno bajo la disculpa de un discurso político cada vez mas diluido por cuenta de una suerte de capitalismo hedonista, que nos ha vendido la falsa idea de que el entretenimiento y la diversión son la mejor revolución que puedes hacer. Para otros, los activistas, es solo la culminación de un año de actividades con sus respectivos colectivos y grupos, pues a la semana siguiente la labor comunitaria continuara. Una labor invisible que ha hecho que ese hombre que vivía en el closet ocultando su homosexualidad, haya decidido aceptarse sin complejos, y que la mama de una chica lesbiana deje sus prejuicios a un lado para abrazarla con amor. En otros casos como las discotecas, la marcha es simplemente una buena vitrina publicitaria para llenar sus locales esa noche. No faltarán los empresarios gays que te convencerán de que para ejercer plenamente tus derechos tienes que consumir su producto y adquirir su servicio. Para una persona transgénero, puede ser el único momento del año en el que salga a la calle sin tener que ocultarse. Y para mí, fue el mayor espacio de libertad que tuve durante años.

Mi historia con la marcha LGBT es al mismo tiempo la historia de cómo me hice drag queen. Fue allí donde me atreví a mostrarme como me sentía, el día en que dejé de ocultarme. Y aunque ahora lo hago en un escenario para un público reducido, de no haber sido por ese evento, tal vez nunca habría tenido la fuerza para treparme.

Conocí la marcha cuando leí un artículo en el periódico a finales de los 90, pero me tomo años llenarme de valor para ir a la carrera séptima a ver uno de esos desfiles que, en el mes de junio, se convertía en un pequeño carnaval multicolor en pleno centro de la ciudad. Realmente quería ser parte de todo aquello, pero no conocía a nadie vinculado a ese mundillo subterráneo y clandestino que era la diversidad sexual en Bogotá. Además, el miedo a ser reconocido en el evento por algún amigo, o a que los chismes llegaran a oídos de mi familia, me tenían paralizado.

Una breve visita a las tiendas de ropa usada de Chapinero y una peluca prestada, completaron mi atuendo ese domingo de junio de 2008. No era la más elegante ni la más fina, creo que me veía más bien trash, aun así, fui feliz aquel día.

¿Por qué?, tenía una motivación para hacerlo. Era un chico que se transformaba en drag queen y no quería seguir escondiéndome, ni sentir vergüenza de mí mismo. Transformarme para la marcha se convirtió en algo sagrado para mí, como si fuera una penitencia por pagarle a algún santo, era mi manera de liberarme del miedo. Fueron siete años en los que no me importó terminar con los pies hinchados porqué, como diría RuPaul, cuando usaba tacones me sentía como Superman.

Han pasado cinco años sin transformarme para la marcha, aunque sigo asistiendo, pero ya sin el mismo fervor de antes. Ahora solo soy un mirón más entre la multitud. No soy la misma persona que madrugaba a maquillarse un domingo. La marcha cumplió su objetivo para mi vida, resolvió mis dudas, me permitió ser yo mismo. Todos deberíamos tener eso claro, así la marcha no sería algo vacío y sin valor en nuestras vidas. Mis sueños me han llevado por un camino distinto al que motiva a tantas personas a portar la bandera arcoíris, y en realidad, la marcha ya no representa exactamente lo que soy en este momento. No te estoy diciendo que dejes de ir a la marcha, es tu libre elección, pero cuando vayas ten muy claro aquello que te motiva a lanzar un grito de libertad, y a decir abiertamente No más odio.

Mi sueño es que llegue el día en que no necesitemos de una marcha, de una protesta o de una manifestación, para ser quienes somos y así poder amar sin tener que vivir como ciudadanos de segunda. Sería muy triste que en cien años todavía estemos haciendo una marcha para exigir derechos e igualdad. Como diría Héctor Lavoe, todo tiene su final, solo espero que cuando este llegue, sea para un tener un futuro mejor y de ese modo, el sacrificio de la gente que se enfrentó a la policía en New York en 1969, y el de todos los que han luchado alrededor del mundo, haya valido la pena.

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